Ayer hice lo que, al parecer, hizo medio mundo:
ver el partido de fútbol entre el Real Madrid y el Barcelona. Lo vi en casa de
un amigo que es muy, muy del Barça, pero
sin llegar a ese fanatismo absurdo que hace que te alegres igual cuando
tu equipo gana que cuando el otro pierde. Quede claro, en esto están empatadas
las dos aficiones, fanáticos los hay en ambos bandos, creo yo, en un porcentaje
similar. En fin, que disfruté de una magnífica compañía y de un ambiente amigable
y agradable. La situación era, por tanto, ideal para ver el “gran espectáculo”
que se nos ofrecería en la TV; nada menos que los dos mejores equipos del mundo
jugándose mucho más que los tres puntos de la competición, al menos eso es lo
que nos vendió la prensa y TV durante un montón de días.
Venía el
partido precedido, como digo, de infinitos análisis de todo tipo hechos por
grandes “entendidos” en la materia: que por fin el Madrid estaba a la altura
del Barça, que el Barça este año no anda fino en las salidas, que este Madrid
de segundo año (de Mouriño) es una apisonadora que llegaba al partido tras
quince (15) victorias consecutivas. Que el Madrid sacaría un equipo valiente y
al ataque que presionaría sin piedad y desarmaría a un Barça que no es el de
otros años. Y, fundamentalmente, que Mouriño demostraría, por fin, quien es el
mejor entrenador del mundo. En el otro bando de la prensa: que si el Barça
juega como sabe no tendría que perder, salvo accidente o mal arbitraje. Que
Guardiola se sacaría algún conejo de la chistera, que si se perdía no pasaba
nada, etc. etc. Lo de unos, rezando para tener razón, lo de los otros curándose
en salud, por si acaso.
Y empieza
el partido. ¡Oh sorpresa! El portero que mejor interpreta el juego con los pies
le regala un balón a un jugador contrario, éste dispara, hay un rechace, y
otro. Piqué hace lo contrario de lo que debe hacer un defensa y se mueve hacia
atrás deshaciendo el fuera de juego de Benzema que acierta con un remate, más
difícil de lo que parece, que se convierte en gol. Han transcurrido 24 segundos
y el Madrid se pone en ventaja. La cara de mi amigo se ensombrece. Pero, y esto
es lo grande que ha conseguido este Barça, tiene tanta fe en “su” equipo que al
cabo de dos minutos me comenta: Le metemos cuatro, el Madrid se ha ido atrás. Y
no le faltaba razón. El Madrid reculó diez metros y el Barça, aunque con más
fallos que de costumbre, se fue adueñando del centro del campo. Curioso. En vez
de ir a noquear al contrario “grogy”, el Madrid decidió esperar y buscar un
contraataque con superioridad que le diera otra oportunidad de marcar, sin
percatarse de que hacer eso contra el Barça es jugar a la ruleta rusa. Por el
contrario, el Barça pareció no inmutarse, siguió dándole balones a Valdés para
iniciar el juego desde atrás, lo que demuestra la confianza que hay en el
equipo. Pasaron veinte minutos (más o menos) hasta que el Barça se hizo con el
control y desde ahí hasta el final de la primera parte fue el único equipo que
buscó el gol y, claro, lo consiguió. Con el partido en tablas se llegó al
descanso. Partido nuevo comenzando desde cero (1-1 en este caso).
Se presumía
que “el number one” haría algún cambio para intentar igualar la balanza en el
centro del campo. Pero no, la cosa siguió igual. Y, claro, el Barça partió en
dos al Madrid y le lavó la cara, el cuerpo y los pies. Consiguió otro gol, de
rechace (quizá la diosa Fortuna quiso igualar en eso a los dos equipos) y el
partido se acabó. Apareció Iniesta y demostró que jugadores como él hay muy
pocos, quizá ninguno. Él solito volvió loco a todo el Madrid, que en medio de
ese torbellino de juego, y ya con el 1-3 en el marcador falló un gol cantado. Ronaldo cabeceó muy mal
(quizá el ansia) cuando tenía toda la portería para él.
Cara de
satisfacción en mi amigo. Se puede ganar o se puede perder, pero nunca se debe
renunciar a lo que uno es. Y el Barça ES.
El Madrid trata de ser (aunque no se sabe muy bien qué).
De vuelta a
mi casa, íbamos oyendo la radio del coche. Nadie puso un solo pero a la
victoria del equipo catalán. Bien al contrario, hasta madridistas de toda la
vida como Michel o Valdano lo expusieron con meridiana claridad: hoy por hoy el
Barça está muy por encima del Madrid. Sólo el “number one” del Madrid parece
que sigue sin entender. Achacó la derrota a la suerte, sic: “Ganó el que más
suerte tuvo”. Como dijo un periodista en una emisora: Mouriño, al igual que
Alex Ferguson, pierde contra el Barça y aun no sabe por qué. Debe de ser eso:
Guardiola 6, Mouriño 1… y de milagro. Habrá aun gente que siga pensando que el
portugués es el mejor del mundo. Pero claro;
para gustos, colores u obsesiones en éste caso.
Feliz
Navidad a todos, sean Vds. blancos, rojos, azules, verdes o del color que más
les agrade.